jueves, 22 de mayo de 2014

La sorprendente gastronomía de la isla de Madeira

Podría hablar y no parar sobre la maravilla natural de la que presume la portuguesa isla de Madeira, con su increíble paisaje volcánico, sus acantilados de vértigo, sus miles de árboles y plantas, sus cataratas de ensueño o su frondosidad tropical. Sin embargo he preferido hacerlo de otro aspecto mucho menos conocido de esta joya del océano Atlántico pero cuyo nivel se encuentra casi a la par del de sus vistas de ensueño: la increíble gastronomía madeirense.
La comida sorprende allí al viajero prácticamente tanto como el paisaje: una cocina exquisita, variadísima, sana… y económica, a menos que se pague el pato de acudir a algún restaurante del casco histórico de la capital, Funchal. Carnes y pescados exquisitos, dulces vinos, sabrosos –aunque densos- postres y, por encima de todo, una fruta deliciosa.
Más allá de la opción de elegir bien un restaurante en el que degustar la fantástica cocina de Madeira recomiendo acudir al Mercado dos Lavradores, tradicional espacio de la capital de la isla en el que comprar un fantásticopescado –bacalao, pez espada, calamar- o cualquiera de las miles de frutas de colores intensos que abarrotan los mostradores de los puestos. Da igual que sea más exótica (guayaba, papaya, mango, maracuyá) o menos (melocotón, naranja, mandarina, ciruela, plátano), que sea dulce o ácida: su gusto siempre resulta intenso, puro, sabrosísimo.
En cuanto a la carne no se puede renunciar a la posibilidad de degustar uno de los platos típicos de Portugal en general y de Madeira en particular: laespetada. Especialmente la de carne de ternera, jugoso plato de un sabor exquisito que gana aún más ensartada en un palo de sauce. Probar el pollo asado también es una buena opción para los carnívoros.
También es muy tradicional en la isla, como acompañante o para picar entre horas, el curiosamente apodado “bolo do caco”, cuyo misterioso e indescifrable nombre oculta la realidad: sólo es pan tostado con mantequilla. Y para acabar la comida de la mejor manera posible lo mejor es probar, con moderación o sin ella, el famoso vino dulce de Madeira.

jueves, 1 de mayo de 2014

Peñalara: la joya de la increíble sierra de Madrid

Madrid no es sólo la viva capital de cerca de cinco millones de habitantes que ocupa el centro de la Península. Madrid, la Comunidad, posee muchísimo más que eso: palacios de un gigantesco valor histórico y artístico como los de Aranjuez o El Escorial, villas de un fuerte sabor castellano como Chinchón, ciudades Patrimonio de la Humanidad como Alcalá de Henares… y la Sierra, pulmón y lugar de descanso y relax para los ciudadanos de una urbe que acusa el tráfico y añora el mar.
La Sierra de Madrid es un fantástico y amplio espacio natural de una increíble variedad, que comprende lugares tan dispares como La Pedriza y su sorprendente paisaje semidesértico atestado de gigantescas rocas de mil formas o la verde zona de Cercedilla, plagada de elevados pinos y riachuelos de agua cristalina. O como Navacerrada, uno de los espacios referentes en nuestro país para los aficionados al deporte de montaña.
Pero quizás el lugar más bonito de toda la Sierra se encuentre en los alrededores de la estación de Cotos, de donde parten espectaculares rutas de senderismo. Una de ellas es la que nos lleva a la Laguna de Peñalara, un suave recorrido de cerca de cinco kilómetros con un premio final muy superior al esfuerzo que conlleva llegar allí.
El principio del camino el único tramo con algo de exigencia de toda la ruta, una fuerte subida por un sendero de tierra que discurre entre pinos. Luego éste se vuelve suave, los grandes árboles desaparecen y el caminante puede disfrutar del amplísimo, vacío de huella humana y espectacular paisaje que se extiende a su alrededor, entre la montaña que le protege y el valle que le rodea.
Y eso que falta la joya de la corona. Tras un giro a la izquierda, iniciamos un pequeño ascenso atravesando un paisaje de ensueño: las afiladas montañas que coronan un antiguo circo glaciar adornado por lagunas como la más famosa, la de Peñalara. Llegar allí y comer un bocadillo en ese escenario es un placer sencillo al alcance de cualquiera que sepa comprender que Madrid es mucho más que la gran ciudad.